Por Jorge Alvis2
Mi mayor orgullo es haber sido formado por un guerrillero. Un hombre nacido a orillas del Bósforo y quien combatió a Franco en España. Apresado y condenado a muerte, pudo huir al nuevo mundo, donde se quedó para siempre, hasta el último de sus días, luchando la misma batalla, pero sin armas.
En las costas del Caribe colombiano fundó un colegio, un instituto de idiomas, una universidad y una institución para promover la música clásica. No eran cuatro organizaciones, era él solo en cuatro frentes de guerra, combatiendo los múltiples enemigos que se alimentan de una sola madre: la ignorancia. Aprendí en su escuela varias lenguas, aprendí a barrer y a coser, aprendí la flauta, el piano y la guitarra, aprendí mecanografía y taquigrafía, aprendí metalmecánica y química orgánica. Era un colegio gratuito para niños de escasos recursos. Era la lucha de un hombre contra todos los monstruos de la guerra a través de la única arma que mantiene viva la esperanza: la educación.
Yo soy el hombre que soy gracias a mi maestro. Yo soy el hombre que soy, un hombre de paz, gracias a él, quien me dio mí y a unos cientos de colombianos más una oportunidad distinta en un país consumido por todos los tipos de violencia imaginable: la desaparición forzada, la tortura, el secuestro, el genocidio, el conflicto armado, el narcotráfico, la trata de personas. La Guerra con mayúscula.
A él escribo estas palabras. Le escribo estas palabras a mi maestro Alberto Assa, porque ahora entiendo cuán grande es el monstruo que él enfrentó, cómo se reproduce y se transforma, cómo nos quita terreno y nos arrincona. Cómo nos hace perder las fuerzas y nos induce a creer que lo único que nos queda es el terror, la venganza, la violencia. Es decir, intentar quitarle al otro más de lo que nos quitó.
Escribo para honrar su memoria y su obra. Para decirle que no nos rendimos: que sus antiguos estudiantes seguimos dictando clases a nuevos estudiantes en los colegios y universidades públicas del país y del mundo, que seguimos escuchando a los otros y aportando nuestro punto de vista con determinación y con respeto, que seguimos con disciplina dando lo mejor de nosotros para que los demás también den lo mejor de sí. Que somos hombres de paz, pero no ingenuos. Que somos hombres de paz y por eso rebeldes. Que somos hombres de paz y por eso invencibles.
1Texto escrito el 3 de octubre de 2016, tras conocer los resultados negativos del Plebiscito para refrendar el acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla FARC.
2Egresado del IEA, promoción 1997. Lingüista y Magíster en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Candidato a doctor en Latin-American, Iberian, and Latino Culture del Graduate Center, City University of New York